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El tiempo me ha pegado en la corteza,
la savia corre lenta y se diluye,
pervive una raíz que se destruye
despacio y sin un gesto de tristeza.
La fe de los retoños no me engaña,
no frena la amplitud de todo el daño,
no gana la batalla de los años
ni paga con verdor mi pobre hazaña.
Y aún así, me planto con firmeza,
y el viento que me tuerce no me rompe,
y el sol que me castiga no corrompe
la fibra que respalda mi nobleza.
Me quedan: la esperanza, la porfía,
y un río turbulento de poesía…
la savia corre lenta y se diluye,
pervive una raíz que se destruye
despacio y sin un gesto de tristeza.
La fe de los retoños no me engaña,
no frena la amplitud de todo el daño,
no gana la batalla de los años
ni paga con verdor mi pobre hazaña.
Y aún así, me planto con firmeza,
y el viento que me tuerce no me rompe,
y el sol que me castiga no corrompe
la fibra que respalda mi nobleza.
Me quedan: la esperanza, la porfía,
y un río turbulento de poesía…