Me pasé de vueltas, de raya, de historia
y también de rosca, de calle, de viva.
Como el coronel, no tengo quien me escriba,
y en algún derrape perdí la memoria.
Se me están riendo en la cara Las Horas
y en cualquier momento ganan la partida
de este laberinto donde, convencida,
Ariadna me mira de afuera y me ignora.
En fin, ni Teseo, ni atisbo de Toro,
ni esperanza alguna de encontrar la puerta
y menos aún de dibujar la cierta
palabra que imite en algo al Hilo de Oro.
y también de rosca, de calle, de viva.
Como el coronel, no tengo quien me escriba,
y en algún derrape perdí la memoria.
Se me están riendo en la cara Las Horas
y en cualquier momento ganan la partida
de este laberinto donde, convencida,
Ariadna me mira de afuera y me ignora.
En fin, ni Teseo, ni atisbo de Toro,
ni esperanza alguna de encontrar la puerta
y menos aún de dibujar la cierta
palabra que imite en algo al Hilo de Oro.
Diciembre cayó ante mi puerta de bruces,
las
olas borraron todas nuestras huellas
y
pensé que eran un millón de estrellas
lo que
apenas eran un millón de luces.
Enero
se fue quemando a fuego lerdo
y en
el diccionario de Bierce ya no hay forma
de
encontrar alguna acepción cuya norma
logre
definir al menos tu recuerdo.
Febrero
murió de puro aburrimiento
en un
calendario de pasiones mocho
con frío
en los pies del uno al veintiocho
y una
cama floja de fuego y cimientos.
Y así
llegó Marzo..., Ocho, sin un daño
ni
perjuicio, pena, ni gloria, ni prez,
canté
los cuarenta (los cuarenta y tres)
y ni
te enteraste de mi cumpleaños.
Ante
un panorama tan cruel… yo diría:
que no
queda otra que escribir poesía…
Y... no queda otra...