Hasta aquí, los pasos del cobarde
con la huella pálida y borrosa;
hasta aquí, lo frágil de la rosa
inclinando el porte ante la tarde.
Hasta aquí el escrúpulo del ciego
recelando el ancho del camino;
inclinando el porte ante la tarde.
Hasta aquí el escrúpulo del ciego
recelando el ancho del camino;
hasta hoy, lo vacuo y anodino
de pedir disculpas sin sosiego.
Hasta esta hora de quebranto
la feroz instancia dilemática;
de pedir disculpas sin sosiego.
Hasta esta hora de quebranto
la feroz instancia dilemática;
hasta hoy, la báscula traumática
de medir el tiempo por espantos.
Hasta aquí el espíritu del leso;
hasta aquí, la anemia del que teme
de medir el tiempo por espantos.
Hasta aquí el espíritu del leso;
hasta aquí, la anemia del que teme
y no quiere abrir aunque se queme
el torreón que lo ha tenido preso.
Hasta este instante, la fatiga
de arrastrar la piedra hasta la cumbre;
el torreón que lo ha tenido preso.
Hasta este instante, la fatiga
de arrastrar la piedra hasta la cumbre;
hasta este punto la quejumbre
de la voz del juez de la conciencia.
Hasta hoy – no más – con la testuz
hacia el suelo, para no ver la luz.
de la voz del juez de la conciencia.
Hasta hoy – no más – con la testuz
hacia el suelo, para no ver la luz.
No más.