No los viste nacer, no los tocaste.
Su llanto y su sonrisa no te fueron
concedidos, y se desvanecieron
en el instante mismo en que marchaste.
No coincidieron en tiempo y espacio.
La mano del azar no unió sus manos.
La foto que no fue, refleja en vano
una luz que se filtra muy despacio
por las puertas del alma. Y aún así,
en la mirada de ellos permanece
una esmeralda que te pertenece,
antes y ahora, para siempre, aquí.
Mirarlos a los ojos es mirarte,
y burlar a la Muerte, y recobrarte.