UNA INVERSIÓN
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En las horas que me queden
pondré a la venta mis besos,
los mismos que no quisiste
(redundan los argumentos).
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Conozco a quien pagaría
montañas de oro por ellos,
no voy decir los nombres
porque guardo los secretos.
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Oro y diamantes, quizás,
perlas también acepto.
(El docto sabrá por qué
no cotizarán en pesos...).
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Y con el lucro obtenido,
con todo ese dividendo,
y la renta acumulada
por tan airado comercio,
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voy a comprar un palacio
majestuoso, grande, lejos,
con el oro bien habido
cubriendo pisos y techos,
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que habitaré sin un otro,
sin más compañía y séquito
que la lluvia inmensurable
y los rugidos del viento,
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para invertir todo el día
entre vigilias y sueños,
con sus noches infinitas
de insomnio y de pensamientos,
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en no poder olvidarte
y en escribirte estos versos.
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<ENTRE VIGILIAS Y SUEÑOS>
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SIL.